miércoles, 8 de diciembre de 2010

...Sueño, heroína del cine blanco y negro...
Caminaba su laberinto y mientras tanto adelantaba un pie al otro. Era el barrio más olvidado, solía decir su abuela, en sus continuas citas del pasado que la acercaban a lo habitual. De paso ansioso intentaba recordar su presente de casas bajas nomencladas por su lejanía de la avenida.
La avenida
En ella descansaba toda la esperanza de progreso de la comunidad. Cada adoquín reemplazado esa tarde de horas asimétricas, decoró de áspero suceso toda su ilusión. Esas fueron las recetas codiciadas por el pueblo.
El pueblo
De paredes despintadas, ojos violetas y árboles relajados. Las casas que se empujaban para tocar la avenida, terrazas decoradas de golondrinas y sus excrementos.
Ahogado de abstracciones no dejaba de citarlas, y así, las vestía de círculo.
El círculo
Conseguía confundirse con la rotonda de la avenida, dispuesta exactamente en la mitad de la misma, pero no podía referirse a otra cosa que a la vida.
El paso que no quería perderle el paso se aceleraba inevitablemente. Ya había dejado atrás dos cuadras desde que bajó del colectivo y no paraba de pensar en ese pueblo, esa avenida, ese círculo.
Todo encaminado así como se lo vio a su proyecto vagar por sus células, jamás. El, con frecuencia, se contaba estas cosas; quizás similar a mi manera, pero corría con la ventaja de la decisión de tratar de decidirse, mientras él sigue en el contorno. Muchas veces lo ha logrado pintar con colores muertos que aparentaban un grado de realidad conmovedor; lograron sonreírlo, llorarlo.
Sonreír, llorar
Ningún color, aroma, sonido, textura;
O todos juntos.
En los extremos dormita la nada;
Corren por dentro.
A esas dos cuadras se le sumaron cortadas y bocacalles, pero nada se parecía al sueño.
Esperaba; la motivación
-Sólo estás despierto, ya te vas a dormir.
El primer indicio de humanidad lo experimentó en la segunda esquina. Dos personas que se saludaban;
-Persona 1- ¡Hola! ¿Cómo andás?- Una mujer de unos probables 70 años de joroba pronunciada y mirada inquisidora, sonería cuidadosamente para sostener los dientes artificiales y vendía su aspecto de sagrada escritura. Porque solo lloraba escondida en su habitación.
-Persona 2- Todo bien. ¿Usted?- Un muchacho, pelo ataviado, de cortesía desganada.
Ahí encontró al hombre. No en una boca chorreada de sangre desgarrando la carne del vecino, sino en una costumbre opaca y aburrida. En el rito de un saludo deshonesto.

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