sábado, 28 de julio de 2012

Rompiste las cadenas de mi Edipo.
Arrancaste de un solo golpe
el tubérculo andrajoso de mi timidez.
Recorriste mi cuerpo
como una marea hambrienta,
todo entrega.
Vomitaste tus campos de arrojo
En mi deshabitado orgullo.
Descubriste todo en mí,
todo lo que nunca había insinuado.
Echaste la luz
a la sombra de  valores,
la luz de tus tripas.

Todo te lo debo:
los pasos graves
el tipiado seguro
el brillo de la muerte
la valentía
el respirar auténtico,
todo te lo debo.

Cuándo voy a olvidarte,
¡Ay! elemento de cada decisión.
Cómo sacarme tus vestidos
cómo arrancarme la carne de tu aroma
el celo de tu orgasmo
el núcleo de tus gestos.

Qué juicio podrá absolverme.
¡Ay! Mentira de mi nada
Aurora de tu todo.
Qué juicio,
si aplasté a la ternura
humillé a la grandeza
Estafé a la simpleza.

Qué juicio…
Qué juicio será el que sentencie.

domingo, 8 de julio de 2012


Un paseo, todo fue un gran y exquisito paseo.
En él te descubrí y aprendí a quererte,
en él también aprendí a  alejarme.
Porque el viento, en los paseos de otoño,
 remueve las hojas modificando los caminos.
Eso es lo que fuimos,
un excelso paseo de otoño.
Un otoño que asomaba sin fronteras
a la mirada candorosa de nuestras esperanzas.
Dónde doblar las reglas de la vida? Nos preguntábamos entusiasmados.
Pero la vida nos dobló a nosotros.
Y a la vuelta,
a la vuelta de nuestra esquina
todo fue desencuentros.
Desencuentros desgarrantes,
desencuentros del calor donde se funde la angustia
y se hace mármol.
Mármol de estatua inconmovible,
mármol de frustración.

Pero ahí nos sentaremos,
en esa piedra, junto a la barranca
a recrear nuevas esperanzas,
por esos nuevos caminos,
esos nuevos caminos de las hojas de otoño.

Te extraño porque ya te olvido,
te olvido
en el recuerdo venidero.

Porque así son las curvas de la vida,
signadas de frustraciones.