Las ramas de la noche
(o su sombra)
proyectan su incolora luz
sobre el telón de la mañana,
que descansa detrás de las 6
anhelando, caprichosamente,
que el primer rayo no se apresure
a la concavidad de la tierra.
Pero mecánico, invariable,
el último murciélago
pasa la posta
a la primera calandria.
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