El remedio componíase de dos opciones.
Una sabía áspera al gusto pero bailaba al pasar por el esófago. La otra,
color de risa, vacilaba entre narices enmocadas y pasteles luminosos.
Yo no comprendía ninguno de los acordes, aunque sonaban líquidos y escurridizos.
Por fin el otoño llamó a la puerta,
sonrisa de payaso triste enriquecida con un desayuno de hojas secas.
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