lunes, 21 de junio de 2010

Vivaldi

En la queja de violines reposaba el día sus matices. Aconsejaba pasos inequívocos, en mira-desimismadas. Todo transcurría en una violenta temperatura degradada, donde sentimientos rompían filas para adelantarse a las ideas. Fracasaron al fin todos los intentos de transcripción poética, en la retaguardia de violonchelos.


Era invierno,


Toda la prosa perfeccionada anteriormente carecería de todo sentido si no hubiera sido escrita. Pero la simple manifestación a través de símbolos universalmente consensuados, explícita o implícitamente, me lleva a la conclusión que dichos caracteres, tal vez sacados de artículos de revista sin ninguna relación previa, contienen indefectiblemente al menos un significado.
Sin perjuicio, de su clasificación como arte o no. Este es un fenómeno, a mi juicio social, que abordaremos más adelante.

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